África íntima

"África" en la novela es una metonimia para describir el desamparo bajo un régimen (el Chavismo) que invade hasta el último resquicio de intimidad, valga decir, de libertad. La voz que narra oscila entre el horror impuesto por esa África de la dictadura y el África íntima del sida. En medio del doble infierno, esa voz establece un contrapunto con la de su pequeño hijo, Sebastián, que encarna aquella de la vida pujando incluso en las circunstancias más adversas, y con las referencias a los clásicos, que ofrecen una precaria ilusión de cosmos (orden). Los "Nadie" vencen al ojo omnisciente y totalitario porque, como dice la autora: "Sobre la tierra calcinada... se alzan hermosos, altos edificios. Edificios con la plusvalía de crecer encima del horror, de haber sido arrebatados a la ciega culpa, fabricados con los ladrillos de la memoria que puja por verdear".