¿Los universales son cosas, conceptos o nombres? Esta pregunta parece natural. La cuestión de los universales es otra manera de decir las cosas, los conceptos y las palabras. Sin embargo, no hay allí nada natural. Lo que comprueba el historiador de la filosofía en cuanto deja los problemas eternos para ir al detalle de los corpus filosóficos y a la gesta de las tradiciones interpretativas, es que la estructura problemática impuesta a los universales por la triple alianza del realismo, del conceptualismo y del nominalismo es aquella que la escolástica de la Antigüedad tardía, en particular la neoplatónica de los siglos V y VI, impuso primeramente como grilla de lectura de las Categorías de Aristóteles. Antes que los medievales se pregunten si los universales eran cosas, conceptos o palabras, los neoplatónicos se preguntaron si las categorías de Aristóteles eran seres, nóemas o sonidos vocales. La pregunta que se plantea es entonces de saber cómo, por qué razones y por cuál iniciativa, esa grilla pasó de las categorías a los universales. ¿Pero, con ello, de dónde viene el problema que no solamente ha suscitado diez siglos de discusiones, sino que también ha permitido la eclosión de las tesis filosóficas fuertes y coherentes denominadas nominalismo y realismo? Quizás por el hecho que el problema de los universales recubre un conjunto de preguntas que, dentro del movimiento complejo de la exégesis del conjunto del corpus aristotélico, han cristalizado alrededor del Isagoge de Porfirio sin estar todas enunciadas por el Isagoge. De tal manera, habría que decir que el Árbol de Porfirio esconde un bosque. Esta es la tesis que defendemos aquí.
ISBN: 9789875747111
Fecha Edición: 01-Qun-2016
Páginas: 516